Silencio.
Hoy el frío se siente también en las grietas de mis labios
y duele,
duele saber que este silencio agonizante te está matando,
que ya no hay tiempo para intentos,
ni si quiera para rendirse,
que ya no siento más que un nudo en el pecho que se ciñe a mi garganta,
que ya no siento,
que ahora soy sólo frío.
No sé donde estoy, ni si quiera en que estación del año, para mí sólo es frío,es una piel pálida cualquiera cubierta de arañazos sin sentido por culpa de confusiones; son los últimos soplos de aire, el vaho en la ventana de la habitación para dibujar corazones helados que no saben lo que es ser consciente de que estás muerto, porque ellos son sólo frío; son tus pisadas señaladas en la nieve, marcas profundas que residen en el frío hasta que este desaparece, pero yo sigo siendo frío y tú las pisadas en mi cuerpo.
Tus dedos pasean por mi columna, explorándome, como el hombre que aterriza en la Luna por primera vez. Te limitas a observar sin atreverte a descubrir. Entreabres la ventana pero vuelves a cerrarla porque un soplo de aire frío te ha erizado la piel,
te ha rasgado los labios
y se ha llevado tu corazón.
Ahora tienes miedo.
Miedo,
que se apodera de todos los rincones de tu cuerpo, excepto de aquel que está inundado por el frío, y te hace querer desaparecer, olvidar.
Y acabas olvidando, por miedo, o quizá por no echarle cojones y asumir que sí, que el frío te puede y te has enamorado de él.
Pero ya es tarde.
Entre las sábanas de Enero, sobre tu espalda desnuda, pasea una brisa fría que te eriza la piel,
pero esta vez no te rasga los labios
ni se lleva tu corazón,
esta vez desaparece por una ventana que alguien ha dejado entreabierta,
revuelve las cortinas intentando llamar tu atención
y se oculta,
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